viernes, 22 de junio de 2012

Juego de adultos

Palabras escondidas tras mensajes ocultos, tras charlas privadas. Palabras, no son más que palabras. Pero sin ellas no podemos hacer más. La distancia sigue siendo un alto. Pero nunca un freno para la imaginación. Cuándo? Una noche tras largas horas de trabajo. Esperaba despejar la mente. Vaya que si lo hice. Lo encontré. No me esperaba. No nos esperábamos. Pero eso no me frenó para entablar una confianza. Las primeras palabras fueron muy... provocativas. Lo imaginaba tan exquisito al decirlas... Pero todo lo que empieza dulce acaba empalagoso (según qué sustancias jugosas). Estaba cansada y sólo pensaba en irme a la cama. Me lo preguntaba y se lo respondía. Entramos en un juego de niños, que empezó con ganar terreno en una cama compartida. Cómo acabó? --Enarcando la ceja izquierda-- Con un juego de adultos. No hay espacio suficiente para que cada uno ocupe un lado de la cama? No importa. Solucionamos el problema. Quién duerme arriba y quién debajo? --Paseando el dedo por la boca con cara pícara-- Volvimos al juego. Pero un instante lo definió todo. Las sábanas estaban revueltas. Estaba descubierta. Llevaba ropa de dormir bastante corta, de raso negro y rojo. Quedé acostada en la cama boca abajo. Una almohada cubría mi cabeza. Me sentí inquieta. Él había dejado de moverse. Aparté la almohada. Justo en ese momento, sentí su boca subir por mi pierna izquierda. Giré el rostro hacia él. Así era, recorría mi pierna desde el tobillo hasta el muslo, despacio. No lo detuve. Levantó levemente mi short negro para describirlo casi por completo. Al llegar al final, dirigió su mirada hacia mí. Sabía que lo observaba. Me dio un leve mordisco mientras me miraba. Apreté las sábanas que quedaba bajo mi cuerpo. Él continuaba subiendo con sus manos por mi cuerpo, quitándome la camisilla roja. Bajó nuevamente. Su boca subía por mi espalda dejando el rastro de un camino de besos y leves mordiscos. Llegó a mi cuello. Lo besó. Su lengua tocó mi lóbulo derecho. Apreté con fuerza la almohada que aún sujetaba. Me susurró 'no creo que haya problema en que durmamos juntos'. Vaya que si no lo había. Aunque en ese momento dudé que fuésemos a dormir. Me giro boca arriba. Estaba sobre mí. Mi pierna derecha en medio de las suyas. La distancia estaba siendo acortada. Mi respiración empezaba a acelerarse. Me besó. Como si lo hubiese deseado desde el primero momento. No lo voy a negar, también quería hacerlo. Bajó por mi cuello. Por mi pecho, en el que se detuvo unos segundos. A medida de que bajaba por mi abdomen, mi cuerpo se arqueaba. Me aferré a la almohada. Me estremecía con cada centímetro que recorría. Me quitó el short en cuanto llegó a mi vientre. Todo lo hacía con sutil delicadeza. Quedé descubierta. Ya no había nada que tapase mi cuerpo. Sólo su sombra reflejada. Mantenía una de mis uñas jugueteando en mi boca. Me contempló pocos segundos. Me incorporé un instante para alar de él y que volviese a estar sobre mí. Así duró muy poco tiempo. Quedó bajo mi cuerpo. Hice lo mismo que él. Bajé desde su lóbulo izquierdo. Por su cuello. Su pecho. Mi boca paseaba por su abdomen. Mientras bajaba, le quitaba la ropa. Quedamos en igualdad de condiciones. Me miraba. Enarqué mi ceja izquierda y mordí mi labio inferior. Tiró de mí y en el mismo momento, me giró. Volví a quedar bajo él. Quedó de rodillas en la cama. Sujetó mi mano derecha y haló de mí una vez más. Estaba casi sentada sobre él (esa postura...).
No sé si él lo sentía igual que yo, pero mi cuerpo estaba a punto de arder. Mi respiración estaba entrecortada. Sujetaba mi espalda con su mano derecha. Comenzó a besarme. Haciendo el mismo recorrido. Me debajo caer hacia atrás sin llegar a tocar la cama. Me volvió a levantar (imaginación...). Mantuvimos esa postura varios minutos. Nos besábamos con vigor. No había rincón de mi cuerpo que sus manos no explorasen. Las mías acariciaban sus brazos, su pecho, se aferraban a su espalda. Las suyas, recorrían mis piernas, mi cintura, mi pecho, mi abdomen. Se perdían en el lugar que tan bien conoce. Me dejaba caer despacio sobre la cama, mientras su boca volvía a bajar por mi vientre. Perdía la noción del tiempo él estando allí. Me removía, apretando la sábanas, ahogando mi respiración. No sé cuánto tiempo estuvo allí, ni cuántas veces me oyó decir su nombre. No siguió hasta el final. Quizás sabía que prefiero que me pueda provocar. Volvió a mía boca, me besaba mientras una de sus manos seguía en ese pequeño rincón. Necesitaba que parase. Despacio hice que quedase acostado. Mordisqueé sus labios, su pecho, los surcos de su cintura, el lado interno de la cadera. Continué bajando. --Mordiendo mi labio inferior-- Dijo mi nombre. Alcé la vista escasos segundo. Me miró. Continué mi recorrido, deteniéndome a proporcionarle los mismo que él me había dado. Sentí como sus músculos se tensaban a mi paso. Quería seguir hasta el final. Escuchaba su respiración. Cortada. Ahogada en un deseo mascullado entre dientes. Lo miré en mitad de mi acto. Divisé su lengua pasar despacio por sus labios. Apreté su sexo y continué. Estuve varios minutos. Lo recorría por completo. Le oía decir 'no, no hasta acabar'. Bien sabía que ignoraría sus palabras. Fui más rápido. Con más intensidad. Notaba que no iba a aguantar mucho más. En el último instante, se aferró a las sábanas, pasé mi mano por su abdomen. Sólo se oyó de su boca en e un suspiro mi nombre una vez más. Qué de rodillas en la cama, frente a él, aún tumbado. Me miraba mientas lo observaba recuperar el aliento. Me incitó con esa mirada tan provocativa, 'déjame verte jugar'. Hizo ese gesto tan suyo, levantando la ceja, que puede hacerme enloquecer. Deslizó, de forma sádica en la mirada, su lengua con rapidez sobre sus labios. No me negué. Se levantó y colocó una silla delante de la cama. Yo lo esperaba de rodillas, rozando el borde de la misma. Se acomodó, apoyando su rostro sobre su mano derecha, el dedo pulgar bajo en mentón y el índice sutil en su mejilla. Enarcó su gesto. --Enciendo un cigarrillo, inhalando la primera calada--. Comencé a bajar mis manos desde de mi pelo, bajando la izquierda por mi cuello, mi pecho y la derecha, por mis labios, mi costado derecho. Hasta ambas acabar bajando por mi vientre. Así de rodillas, abrí las piernas, dejando un mínimo espacio entre mi sexo y la cama. Lo miraba y él no dejaba pasar detalle. Me tumbé sobre las sábanas. Mis manos seguían en la parte interna de mis muslos. Adelanté la derecha rozando mi sexo. No aparataba la mirada de él. Con la izquierda apreté ese músculo interno. Sentí que en mi cuerpo volvía a crecer ese calor interno. Ese roce y su mirada clavada en cada gesto, alteraba todo mi ser. Empecé a jugar con mi sexo, despacio. Mi respiración se aceleraba por instantes y decidía aumentar la intensidad de mi propio juego. Una respiración aún más entre cortada. Sentí la humedad que había provocado. Tocaba mi cuerpo. Comenzaban los gemidos ahogados. Su nombre entre ellos. Su mirada era cada vez más incitante. Aún quedaba mucho para que pudiese acabar. Pero él parecía no conformarse con comerme con la mirada nada más. Se levantó sin pensarlo un segundo más. Sus labios rozaron mi sexo. Sujetó mi cintura y tiró de mí hacia el borde de la cama. Nuestros sexos acabaron siendo uno. Yo me retorcía de placer entre las sábanas y él disfrutaba viéndome dejarme hacer. Se había acabado las contemplaciones. Nos dejamos llevar por esa pasión. Me manejaba a su antojo y yo no me negaba a ello. Me pudo dominar cuan bien le parecía. Me dio la vuelta una vez más. De rodillas en el borde de la cama, con mi espalda pegada a su pecho, a su abdomen. Besaba mi cuello, continuando nuestro va y ven sin desenfreno. Me tocaba con un dominio pasional. Apoderándose de mis labios, de cada milímetro de mi cuerpo. Me dejé hacer.

Me puso de frente a él, sujetó mis glúteos, me levantó en peso y con agilidad me pegó a la pared. Mis piernas rodeaban su cintura. Cuan bien sabía que me gustaba estar acorralada entre su cuerpo y la pared. Mis gemidos eran cada vez mayores. El calor de esa lujuria que desataba en mí era más intenso. Presionaba fuertemente mi cuerpo en cada repetido movimiento. Me llenaba de besos, de caricias intensas que parecían desgarrar mi piel, al igual que mis uñas dejaban marcas rojas en su espalda. Lo deseaba, lo deseaba tanto en ese momento que no podía dominarlo. Tenía todo el control sobre mi cuerpo. Apretaba mis glúteos, prensándome contra la pared. Me mordisqueaba cada vez con más intensión de dejar en mí la marca de sus dientes. No sé cuánto tiempo duramos en esa posición, pero parecían infinitos, llenos de placer. Gemidos que llenaban la habitación, calor que nos llenaba y el sudor nos recorría. Continuó hasta el final, hasta que no pudimos más. En el último instante, apretó mi cuerpo al suyo. Sentí cada mínimo movimiento de su sexo en el mío. Cada latente pulsación. Apoyó una mano en la pared mientras con la otra aún sujetaba mi cuerpo. Bastó su intensa mirada para que sobraran las palabras. Estábamos exahustos. Pero nada nos puede sustituir el deseo que nos mueve a hacernos dueños de la pasión que desarrollamos. --Apagando el cigarrillo, manteniendo la ceja izquierda enarcada-- Lamentablemente, sólo ha pasado en mi imaginación. Lástima. Siempre imagino el perfecto placer, como siempre, en una batalla en la que su cuerpo siempre vence mi dominio.

Rutina adictiva

La rutina puede llegar a ser inménsamente aburrida. Seres que aparentemente no tienen nada en común, pueden parecerse más de lo que, a ojos de otros, se muestra. Quizás, por esa misma razón siempre acaben en enfrentamientos. Continuas discutas por temas que carecen de la mínima importancia. Pero, qué importa? A veces, hasta lo más rutinario puede ser lo más adictivo. Cómo?Nadie dijo afirmar que en una discusión, aparentemente sin final, no se puede encontrar algo excitante. Sí, quizás es que ya haya encontrado excitante hasta su manera de respirar. No lo voy a negar. Pero, qué puedes hacer cuando alguien ha conseguido meterse en ti hasta en la mínima partícula que puede componerte?La respuesta es muy simple. Si no puedes con tu "enemigo", únete a él. Llevo haciéndolo desde el primer día. Sí. Me lo como con la mirada. Lástima que sólo sea así. Estoy segura de que saciaría todas ansias con sólo tenerlo delante. Aún me queda la imaginación, en la que puedo crear diversas situaciones. Y por supuesto, él siempre pone de su parte para que yo consiga hacerlo. Siempre dije que no me dejaría dominar por nadie. Así lo hago. Pero él acabará con esa barrera tarde o temprano. Más temprano que tarde como siga actuando así. Nunca creí poder perder la cordura por algo como ésto. Cuan ilusa fui. O la maldita dicha me sonríe? Es la adicción vuelta ser. Es la perfección definida al milímetro. Es él y su manera de provocarme. Su forma de excitar es irreemplazable. Sucumbe cada deseo y pensamiento. Consigue dominarte incluso cuando piensas que no lo hace. Exagero? --Risa burlesca-- Ojalá fuese así. Su indiferencia es el principio de todo y el final de nada. Su frialdad, el golpe seco deseado por cualquier masoquista. Sí, soy adicta incluso a eso. Qué decir de su perversa mente? El sadismo con el que a veces habla. Ese gesto tan suyo cuando me mira. Su infinito narcisismo egocéntrico, de un orgullo interminable. Es inigualable. El demonio que puede cumplir las pesadillas de cualquiera. Inhumano? Eso es todo un cumplido. Para describirlo me hacen falta las palabras más sádicas. Las que aún no existen. No hay descripción para él. No la suficiente. Como dije, la rutina puede ser asquerosamente insoportable. Pero con él es adictiva. Por qué? Porque sabe cuando actuar para que no nos aburramos en ella... Hoy lo volvió a hacer. Como de costumbre, claro está. Quizás fue una simple excusa, pero nunca hay mejor momento que el de congelar un instante. Nos besamos de distintas formas. En distintos lugares. Siempre espero que lleguen esos momentos. Quería el momento idóneo. El lugar perfecto. La situación perfecta. Ahí estaba. Quise asegurarme de que así fuera. Él se colocó donde le correspondía. Yo no vacilé ni un segundo en hacer lo mismo. Pervertidamente ansiosa? Puede. Para qué mentir?... Quedé pegada a su pecho, con medio cuerpo sobre el suyo. Nos besábamos. Su mano derecha recorría mi abdomen, mi vientre, mientras la otra sujetaba mi espalda. La mía, recorría junto a la suya mi cuerpo. Dijo 'tienes bueno gusto'.


Volvió a besarme. Su mano comenzó a bajar por mi vientre. Recorrió mi mulso. Quise frenarlo. Más bien, nunca quise pararlo. Pero le dije que lo hiciera. Él ignoró lo que le decía. Soltó una pregunta retórica. Claro está que sabía la respuesta. Continuó. Acabó por meterse en lugar que no tiene pérdida para él (cada quien con su imaginación). No, no me negué. Quién lo haría...? --Mordiéndome el labio inferior-- Intenté negar el momento una vez más. Como si eso lo fuese a frenar... Fue más allá. Jugueteaba conmigo como si nada hubiese oído. Es como un deseado excitante tormento. Me estremecí. Es imposible no hacerlo cuando me toca de esa forma. Me apoderé de su boca. Lo besé con tanto vigor y con el mayor ímpetu, que por un momento pensé que no me despegaría de sus labios. Quería más. No hasta el final. Soy más adicta a sus provocaciones que al final pensado de las mismas. Se detuvo cortando el beso, dejando de jugar. Dijo otra frase suya justificando su acto. Después de apartar su mano, del lugar al que sólo él puede acceder, se la llevó a la boca y pasó su lengua por los dedos. Creí en ese momento que mi cuerpo ardería en llamas. Calmé las ganas. Mas, nunca dejo de pensar en los momento es que su boca ha recorrido mi piel. Sus labios ha buscado los míos y han hecho de ellos algo a su merced. En los instantes en que su lengua recorre mi cuello. Sólo hasta ahí? No. Parece tener vida propia. No hay rincón de mi cuerpo que no haya sido marcado por ella. Por él. Soy adicta a su posesión, a su perversión. Soy adicta a la Lujuria que revive en mí. Hasta que llegue otro momento como esos, seguiré fantaseando una vez, con esa lucha cuerpo a cuerpo, donde el suyo domina el mío y como siempre, me dejo vencer...--Deslizando la lengua lentamente por el labio superior--.